Qué gusto tienen los fernet que le pelean mercado a Branca - 1882 es mi eleccion...

Dejando el hígado por el lector, catamos una por una todas las marcas que compiten con la líder y te lo contamos en esta nota.


Apoyados en el crecimiento exponencial del consumo de fernet de los últimos años, cada vez es más común que aparezcan en el mercado marcas nuevas en busca de consumidores nóveles.

Estas, sumadas a las que conviven desde hace tiempo en las góndolas, componen el grupo de los "salieris de Branca", la líder en ventas.

"De cada 10 fernet que se venden en las despensas, nueve, o más, son Branca", calculó Germán Romero, gerente del Centro Almaceneros, Autoservicios y Comerciantes Minoristas de Córdoba.

"Sólo en algunos barrios periféricos se pueden llegar a vender otras marcas menos conocidas. Pero, en general, el que busca fernet, busca Branca", completó.

Un supermercadista cordobés, que prefirió no dar su nombre ("para no mezclarme en la discusión", dijo) fue más que claro al ejemplificar la diferencia de ventas y, en confianza, indicó: "Andá a la góndola de los fernet y fijate cuáles son las únicas botellas que tienen la alarma para que no se las roben.

Es más, hay whiskys y vinos mucho más caros, pero las de Branca son las más buscadas. Eso sí, 1882 cada vez se vende más".

Dejando el hígado por el lector -y de la misma manera que el año pasado se hizo con las gasesas cola baratas (ver aquí)- un grupo de trabajadores de Día a Díapreparó una cata con las ocho marcas que completan el mercado de los fernet.

Las notas de la cata y "de yapa", el precio

Ottone> 3 puntos ($ 16).
No lo dice la etiqueta, pero sobra menta y carqueja. Sin ofender, parece compota de tuna con ginebra. Fallo adverso para este fernet que a su paso por la garganta raspa como lengua de ensobrador de OCA. Sólo se apaga con Suitty y siete hielos.

Capri> 4 puntos ($ 17).
Sabor gomoso. Como si hubiera sido embotellado con manguera de patio. Una canción, "Yo no me sentaría en tu mesa"; un club de fútbol, el Áscoli. No viene con un Alikal, pero debería. Astringente de primer grado.

Fernet 1882> 8 puntos ($ 41).
Con un sabor grueso y maduro, arranca joya. Marida muy bien con Coca-Cola para convertirse en lo mejor de la cata. Consejo: en la llegada se lo siente caído de atrás, como flojo de amotiguadores. Igual, subí que te llevo.

Ramazzotti> 8 puntos ($ 44).
Guarda con éste. Con 44º, es el más fuerte de todos. Se sienten las hierbas con sólo abrir la botella. Con un par de notas marihuaneras, evoca el sabor de la lenteja. Ideal para invitar a yerno nuevo a ver Fútbol para Todos.

Vittone> 6 puntos ($ 16).
El prejuicio lo destroza, pero desde la humildad de un producto que cuesta $ 16, derriba los mitos en su contra. Fumata blanca para esta receta siciliana que se recontrabanca un Cóndor-Copina. Sin Coca, genera rechazo.

Veneto> 5 puntos ($ 40).
Es la adolescente novedad del mercado. Al igual que 1882 y Ramazzotti, la botella viene con pico vertedor. Tiene un sabor liviano y poco comprometido, como militante de los 90. La verdad, no es malo, pero le falta rodaje. Siga participando.

Imperio> 2 puntos ($ 17).
Primera impresión: esmalte de uñas negro con un touch de azúcar. No insista, no hace espuma con la Coca. Puro, quema en boca y medio vaso en ayunas asegura alcoholímetro positivo de por vida. Veredicto: culpable.

Lusera> 2 puntos ($ 16).
Muy pálido para un fernet con pretensiones de ganar mercado en Córdoba. De intensidad nula, renguea en boca. Tomarlo no da alas -como Red Bull-, sino más bien garras y escamas. Prohibida su venta en lubricentros.

"Se toma salpicado con soda"

Por Javier Ferreyra. Fotógrafo de Día a Día / Lic. en Letras / Investigador sobre historia de la alimentación Lo que los cordobeses denominamos con fervor "fernet" en realidad pertenece a la amplia y tradicional familia de los amari, plural de amaro, que significa "amargo".

Es desde hace siglos un infaltable brebaje en las mesas italianas, que se precian de que tan importate como comer bien es digerir bien.

Ya sea como aperitivo (los más suaves, en general secos y con predominio cítrico) o la oscura, rústica y pegajosa variación que tanta pasión nos despierta, tomado como tónico estomacal después de las comidas, los amari se despliegan como compañías digestivas y alegres, vinculando lo médico con lo pasional, digestión y bienestar en partes iguales.

Los amari son macerados de elementos naturales, en algunos casos más de cien variedades distintas, con alcohol de base, al que luego se le agrega caramelo, lo que regula el sabor amargo y entona el color oscuro.

Además de hierbas como melisa, salvia, romero, carqueja, menta y hasta alcaucil como en el Cynar, contienen especias como cardamomo, azafrán, anís, clavo de olor, canela, y en los casos más complejos hongos, flores, musgo, raíces, cáscara de cítricos, frutos del bosque y maderas.

Por ejemplo el Campari, hasta no hace mucho se hacía con un tipo de insecto que le daba ese color tan particular (ahora reemplazado por un colorante por razones legales).

La variedad de elementos autóctonos utilizados y los años de sabiduría cristalizados se conjugan para lograr un elixir único y diferente en cada región de Italia. Aunque hay en otros lugares: en Alemania está el versátil Jägermeister y en Argentina el antiguo y ahora resucitado Pineral y la tradicional Ferro-Quina.

Los amari cubren un enorme y amplio rango sensorial en el que se pueden captar sabores y texturas inusuales. Tanta maestría desplegada en la preparación sucumbe ante el ataque indiscriminado de las bebidas cola, que con sus propios sabores y el dulzor artificial, producen una génesis química que modifica definitivamente las virtudes sápidas de la bebida.

Por eso al fernet hay que tomarlo solo, o apenas con un hielito o un salpicado de soda, de manera tal que las virtudes estomacales y el sofisticado escalonamiento de sabores se desarrolle en su plenitud. Al principio puede resultar empetrolado.

Pero con la educación palatal se puede lograr el aprecio y el respeto por este logro civilizatorio, en el cual se conjugan, como dicen los italianos, la amarga realidad y las preciosas virtudes de la vida.

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